De qué hablamos cuando hablamos de tradición

José Noriega y Luis Granados reflexionan sobre la tradición en sí y sobre la comprensión de la tradición en diversos ámbitos

José Noriega en la Universidad Eclesiástica San Dámaso.
José Noriega en la Universidad Eclesiástica San Dámaso.

Hubo quien escribió aquello de que lo que no es tradición, es plagio. La tradición, ¿es una cadena que nos ata o un río que no lleva hacia nuestra meta y nos libera?

No está mal, en estos tiempos, reflexionar sobre la tradición, desde un punto de vista histórico-cultural, antropológico y, por supuesto, teológico. Porque hay mucho pensamiento que dice legitimarse en la tradición y que esconde un asfixiante tradicionalismo. Y hay mucho ataque contra la tradición que es ataque contra sí mismo.

 Pensar grandes cuestiones es una tarea muy propia de este grupo singular, esta realidad eclesial de los Discípulos que, sin duda, está marcando tendencia al menos en lo que a la teología se refiere. Y, si no, lean por favor el libro de José Granados “Teología de la creación: de carne a gloria”, una de las novedades teológicas más interesantes de entre lo publicado en español en los últimos tiempos.

Fruto del XII Encuentro Académico de los Discípulos, tenemos este libro que recoge las conferencias principales allí pronunciadas. Un libro de varios colaboradores en el que se percibe una raíz común tanto de análisis de lo que nos está ocurriendo como de propuesta ilusionante.

No es fácil definir la tradición

Ya sabemos que para Nietzsche la tradición es una gran mentira. Y también que vivimos en un tiempo que, si es algo, es nietzscheniano. Chesterton decía que “la tradición no es otra cosa que la democracia extendida a través del tiempo”. No es fácil definir la tradición. Y menos confundirla con el tradicionalismo. Se podría decir que la tradición es la-cultura-en-el-tiempo. Se podría decir que la tradición es la capacidad de asimilación del pasado. Se podría decir que la tradición es un argumento-contenido históricamente extendido y contextualizado socialmente. Se podría decir que la tradición es lo que nos enseña a pasar de lo implícito vivido a lo explícito conocido.

Una de las aportaciones más importantes de este libro es que reflexiona sobre la tradición en sí y sobre la comprensión de la tradición en diversos ámbitos. Muestra de ello son los títulos de los capítulos principales: Tradición y razón: Diálogo entre tradiciones; Tradiciones y Revelación; El vigor de la tradición; De carne en carne: sobre el sentido sacramental de la tradición; Los relatos que median la tradición; La virtud de la tradición y la tradición de las virtudes; Educar: desplegar lo recibido para un protagonismo fecundo; y Tradición y relaciones. 

Sin tradición no hay Iglesia 

Lo que está claro es que sin tradición no hay Iglesia, ni sacramentos, ni cultura, ni educación, ni familia. Y en esas estamos, en un momento en el que lo que ha quebrado es la tradición, que más que referencia al pasado es presencia del pasado en el presente y anticipo del futuro. Como diría R. Brague, “el punto capital consiste en descubrir que el respeto del pasado no impide preparar el futuro. Al contrario, él permite que haya futuro”.

Cuando hablamos de tradición estamos hablando de la novedad permanente. Para san Ireneo de Lyon, a quien lógicamente hay que citar cuando se habla de este tema, para poner a salvo la novedad absoluta del cristianismo, hay que tener en cuenta que la tradición apostólica: a) es pública, no privada o secreta b) es única en sus contenidos fundamentales y genera unidad a pesar de las diferentes lenguas y culturas; y c) está guiada por el Espíritu Santo. 

Como decía McIntyre, un autor también imprescindible, las crisis epistemológicas son una ocasión única para purificar la propia tradición para que sea más apta en su realidad y exprese mejor su correspondencia con la verdad.

 

El P. M. I. Rupnik escribió no hace mucho que “en otro tiempo la fe inspiró en Europa toda la vida cultural, como una levadura. Hoy estamos imitando al mundo en casi todo. Es necesaria una visión de conjunto, una visión orgánica sobre el hombre”. Eso es la tradición, una visión argumentada de lo que hace buena y bella la vida, y unas prácticas en las que se declina el verbo vivir.

Tradición: Antídoto para no repetirse

José Noriega y Luis Granados (eds.)

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