¿Hay algo de la postmodernidad aprovechable para el catolicismo actual?

El filósofo canadiense-estadounidense presenta su última obra desde el punto de vista cultural y no católico

James K. A. Smith
James K. A. Smith

La editorial Nuevo Inicio, una de esa genialidades del aún hoy arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, vuelve a sorprendernos con la traducción de un libro que no debiera pasar inadvertido por razones varias. 

La primera es que nos trae algo de la mejor teología que se está haciendo en Estados Unidos. Una teología, como el caso que nos ocupa, ecuménica, es decir, este autor no es católico, pero que plantea un diálogo con la cultura contemporánea desde presupuestos subyacentes muy válidos. 

Digamos que esta propuesta de diálogo fe-cultura se encarna dentro de la corriente, que es algo más que una escuela, denominada “Radical Orthodoxy”, cuya traducción como “Ortodoxia Radical” no da cuenta adecuada de lo que significa.

Parecería que nos encontramos ante una corriente de la Iglesia ortodoxa, o a una facción de una especie de fundamentalismo evangélico, sostenedor de políticas republicanas. Ni mucho menos y todo lo contrario.

     Aunque dentro de la “Radical Ortodoxy” también hay sensibilidades y matices, de lo que se trata ahí es de recuperar un auténtico sentido de la tradición cristiana, antigua y medieval, desde la perspectiva de un diálogo, y en gran medida un deslegitimación, tanto de la modernidad como de la postmodernidad. Un recurso a la fuente común de la teología antigua, apostólica, patrística, altomedieval, desde una enriquecedora lectura contemporánea. 

Un dato que no debe pasar inadvertido es que los autores de este movimiento intelectual proceden de diversas confesiones, pero tienen unas insistencias comunes interesantes, por ejemplo la liturgia, la crítica al individualismo y al consumismo, la preocupación por la dimensión pública de la fe, entre otras. 

Respecto al libro que nos ocupa, que lleva el subtítulo de “Llevarse a Derrida, a Lyotard y a Foucault a la Iglesia”, destacaría dos cuestiones iniciales.

Primero, en cada análisis de los autores citados, padres de la postmodernidad, Smith parte del análisis de una película de moda. Por lo tanto plantea un método de análisis cultural bien fecundo.

Y, segundo, la propuesta del autor. En la relación entre modernidad y postmodernidad, respecto a la interpelación a la fe, hay continuidades y discontinuidades. La continuidad más importante, dice nuestro autor, es que ambas niegan la gracia, se caracterizan por una visión idolátrica de la autosuficiencia y de su profundo naturalismo. 

 

Plantearse, por tanto, en qué consiste la esencia de la postmodernidad, según el pensamiento de sus fundadores, cómo ese pensamiento representa una crítica a la modernidad y en qué medida esa critica puede aportar algo a la propuesta cristiana, es una labor de orfebrería intelectual. 

Teniendo siempre presente, como hace nuestro autor, que lo mejor que puede hacer una Iglesia a la que se califique de postmoderna es ser antigua, recuperar la tradición y poner los medios para robustecer el discipulado desde la liturgia. 

Derrida dice que “no hay nada fuera del texto”, Lyotard que “la posmodernidad es la incredulidad hacia las metanarrativas” y Foucault, “el poder es el conocimiento”. ¿Se puede sacar de ahí algo positivo para la revitalización de la propuesta cristiana?

La respuesta, en este libro retador. 

Por cierto, no se pierdan los comentarios a pie de página que monseñor Javier Martínez hace, sobre nuestra realidad también eclesial hispana, a lo largo del libro y a propósito de lo que se afirma en el libro.

                José Francisco Serrano Oceja

¿Quién teme al posmodernismo?      James K. A. Smith
Portada del libro. ¿Quién teme al posmodernismo?     James K. A. Smith

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