La pastoral Pigmalión

Hacía tiempo que no leía una carta pastoral de las que valen lo que pesan. Nos estamos acostumbrando a los escritos semanales de los obispos, que no suelen pasar del tamaño de un par de folios. La mayoría de ellos están construidos para su publicación el periódico local, en la hoja diocesana o para ser leídos en la programación religiosa de la COPE. Ya no se redacta con citas para el Boletín Oficial diocesano, que lo aguanta todo. De ahí al micro-relato y al pensamiento hashtag hay demasiados pocos metros.

Sin embargo, desde que el Evangelio es Evangelio y el ejercicio del sembrar se conjuga en presente, la novedad y las propuestas forman parte de la vida cristiana. La JMJ está dando ya sus frutos. Uno de ellos es la magnífica síntesis, en forma de carta pastoral, del obispo de Tarrasa, monseñor José Ángel Saiz Meneses, con el título "Pastoral Juvenil y pastoral vocacional a la luz de la JMJ".

Un texto que bien se pudiera definir por uno de los principios pedagógicos del que nos habla: el efecto Pigmalión. Según este fenómeno, "la forma como miramos y tratamos a los demás está influida de manera sutil por las expectativas que hemos depositado sobre ellos". Lo dice bien claro el obispo de Tarrasa, "la santidad es la "perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral" nos señaló el beato Juan Pablo II al iniciar el Tercer Milenio". La Iglesia mira los jóvenes con la mirada de Pigmalión, les mira con los ojos de santidad y se fija en la primacía de la gracia en sus vidas.

Después de una inicial reflexión sobre el sentido de las Jornadas Mundiales de la Juventud y un recuerdo de lo vivido en Madrid, a partir de una breve radiografía del joven de hoy, monseñor Saiz Meneses insiste en que el encuentro de los jóvenes con la Iglesia debe hacerse con la finalidad de diseñar un perfil de profunda espiritualidad, de presencia y de amor a la Iglesia, de sólida formación, de alegría, de vida austera, de consistencia personal y de equilibrada actividad apostólica. Un medio destacado en la pastoral es la dirección espiritual, a la que dedica no pocas y bellas páginas.

Por último, nos ofrece un canto a la vocación cristiana, desde una teología consolidada y desde una experiencia no menos acreditada. Sin formalismos vanos y sin experimentos gaseosos, el obispo de Tarrasa apuntala y actualiza el saber de la experiencia cristiana en contraste con el tiempo líquido. No se la pierdan.

José Francisco Serrano Oceja

jfsoc@ono.com

 

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