La medicina de la fe

Por Mercedes De La Torre

El Papa Francisco sugirió la medicina espiritual de la ‘Misericordina’ como fruto concreto del Año de la Fe a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro el domingo 17 de noviembre, una semana antes de la concusión de este año, pero esta medicina de la fe ha conseguido tener mucha popularidad.

Al finalizar el rezo del Angelus, el Papa aseguró que la ‘Misericordina’ es una “ayuda espiritual” para el alma y sobre todo que esta medicina serviría “para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad”. En concreto, ese domingo los voluntarios repartieron 25.000 cajas de esta “medicina espiritual” que contiene una corona del Rosario, una imagen de la Divina Misericordia y las instrucciones de uso.

Esta iniciativa fue promovida por el nuevo limosnero del Papa, Konrad Krajevski quien me confirmó que las miles de medicinas espirituales tuvieron costo cero para el Vaticano gracias a las donaciones privadas recibidas para esta causa y además me explicó que fueron empaquetadas -versiones no sólo en italiano sino también en español, inglés y polaco- por numerosos voluntarios de la guardia suiza que ayudaron por la noche al finalizar su servicio.

La sorpresa es que esta ‘medicina de la fe’ ha ganado mucha popularidad y aún es solicitada por numerosos fieles de Italia y del resto del mundo por lo que el limosnero papal indicó que se están produciendo nuevas pero insistió que son gratis y no se compran. Sin embargo, ya es posible comprar copias por internet a más de €4 e incluso una compañía italiana de artículos religiosos produjo la ‘fedelina’ una especie de genérico que aprovecha de la popularidad para vender una caja similar por casi €5.

Por otro lado, esta iniciativa de una “medicina espiritual” ideada por los polacos en 2013 tiene un antecedente español del año 2007: una caja de medicamento con la inscripción “nadie tiene Amor + grande” (que contenía una cruz y los prospectos) ideado por don Javier Cremades y que fue presentada en ocasión de la Misión Joven del arzobispado de Madrid. En este prospecto se recordaba que “el crucifijo no debe utilizarse nunca para justificar la violencia y el rencor porque el odio se contradice con el principio activo del Amor”.

 

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