La Santa Sede no quiere más sorpresas en internet

La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha contratado una sociedad noruega, la Meltwater, cuyo objetivo es "barrer" cada día las principales páginas web del mundo para controlar la información concerniente al Papa, la Iglesia y la Santa Sede.

Este sistema, que en realidad funciona desde hace un par de años, utiliza palabras clave en cinco idiomas: inglés, francés, español, alemán y portugués, que facilitan la búsqueda de noticias en los medios de comunicación internacionales sobre temas que, directa o indirectamente, tienen que ver con el trabajo desarrollado en la Sala Stampa.

Cada día llegan a la dirección de correo electrónico de los responsables de la oficina cientos de noticias –a veces más de mil– sobre temas muy variados. Para que el resultado sea eficaz es necesario hacer una selección de los eventos que merecen un seguimiento especial y desechar el resto. Esto supone una dedicación de varias horas al día, que en muchas ocasiones se ve recompensada, cuando se logran evitar o frenar en seco rumores o noticias infundadas sobre la institución y/o el jefe para el que se trabaja.

El periodista italiano Paolo Rodari escribía ayer en "Il Foglio" que los resultados de este acuerdo de la Oficina de Prensa con la empresa escandinava, se perciben hoy más que nunca. Rodari se refería en concreto a un artículo aparecido en un periódico italiano el pasado 19 de septiembre, que el corresponsal de Nueva York titulaba: "Vaticano & Kgb. Todos los secretos del padre Graham”. Subtítulo: “En 200 cajas de documentos secretos, los nombres de los religiosos que espiaban a Wojtyla”.

El periodista recoge las declaraciones de John Koehler, ex oficial del servicio de inteligencia americana que, durante más de medio siglo, trabajó para combatir al KGB. En ellas asegura que muchos de los secretos de la Guerra Fría se encuentran en 200 cajas de documentos pertenecientes al padre Robert Graham, un jesuita americano ya fallecido. Según el artículo, en 1945 Pío XII le encargó descubrir a los “numerosos espías soviéticos” infiltrados en el Vaticano, y dirigidos en gran parte por la Stasi de Alemania del Este. Según Koehler, Graham trabajó bien, tanto que Pablo VI le confirmó en su cargo. Con Juan Pablo II, el jesuita se encontró rodeado de espías comunistas, en su mayoría sacerdotes polacos pagados por el KGB contra Wojtyla. Después llegó Ratzinger y “decidió mantener el secreto en las cajas de Graham”.

Hasta aquí el periódico “La Stampa”. El padre Lombardi desmintió la reconstrucción de Molinari con una larga carta titulada “Los baúles de padre Graham”, en la que explica el porqué de lo absurdo de las palabras de Koehler. La conclusión, quizá algo exagerada, a la que llega Rodari con este ejemplo, es que se trata de un signo del viento nuevo que sopla en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Lo que está claro es que con el flujo continuo de información cotidiana, este sistema de control y seguimiento de las noticias parece una útil herramienta de trabajo.

Alfonso Bailly-Bailliére

 

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