Palabras del Papa hacia su patria (y el resto de Europa) sobre la familia y la vida

No han pasado desapercibidos a los medios de comunicación algunos pasajes del discurso de Benedicto XVI al nuevo embajador de la República Federal de Alemania, que presentó sus cartas credenciales el pasado lunes. El tono del discurso es menos “diplomático” y más coloquial, quizá por tratarse de un compatriota. No obstante, el Papa afronta con valentía, como es su estilo, todos los argumentos.

Concretamente nos referimos a temas tan cruciales y sobre los que insiste el Papa a menudo, como la vida y la familia. Hablando precisamente del matrimonio, además de subrayar que es una unión estable de amor entre un hombre y una mujer, apostilló que debe estar siempre abierta a la vida.

En este sentido, manifestó la preocupación suya y de la Iglesia por el intento de eliminar el concepto cristiano de matrimonio y de familia de la conciencia de la sociedad; algo de lo que, en última instancia, son responsables muchos gobernantes europeos.

Hablando del vínculo matrimonial, el Pontífice manifestó el rechazo de la Iglesia frente a las iniciativas legislativas que impliquen modelos alternativos de vida conyugal y familiar. Y explicó los motivos: terminan debilitando los principios del derecho natural, relativizan toda la legislación y crean confusión con respecto a los valores en la sociedad.

Con respecto al tema de la sacralidad de la vida, el Santo Padre hizo un razonamiento muy claro: Cuando se comienza a plantear ya en el seno materno si el ser que la mujer lleva dentro es digno o indigno de vivir, se acaban despreciando las demás etapas de la vida, como la enfermedad y la vejez. Es decir, como el sufrimiento deja de tener sentido, ante una enfermedad grave o una situación médica irreversible, se acaba deseando morir de forma innatural.

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El Papa también quiso recordar el deber de estudiar diligentemente en qué medida los métodos aplicados en el campo de la biotecnología y de la medicina suponen realmente un progreso para los seres humanos y cuando, por el contrario, manipulan la vida humana y violan su integridad y dignidad.

Por Alfonso Bailly-Bailliére