Habemus Papam emeritum

Las ocho de la tarde del 28 de febrero llegaron. Con el cierre de las puertas de la residencia de verano de los papas ha comenzado el periodo de Sede Vacante y ya no tenemos Papa sino que tenemos Papa emérito a la espera de que los cardenales reunidos en cónclave elijan al siguiente vicario de Cristo en la Tierra inspirados por el Espíritu Santo.

La noticia que dio la vuelta al mundo el 11 de febrero se ha hecho realidad. Si fue a las ocho cuando se hizo efectiva, fue a media tarde cuando se visualizó, después de que Benedicto XVI desapareciese del vano del balcón de Castel Gandolfo desde el que obsequió a la Iglesia con su última bendición.

La renuncia del Papa ha llegado, tras una jornada de despedida. Tras la audiencia general de anteayer en la que unas 150.000 personas le acompanaron, el jueves 28 de febrero lo dedico a despedirsede los cardenales presentes, de sus mas estrechos colaboradores, del personal que lo ha atendido estos años y de los miles de peregrinos que se habían dado cita en Roma y vieron pasar entre lágrimas el helicóptero que lo llevó hasta la residencia de verano.

El apartamento papal ya esta vacio. Las cajas recogidas, los papeles y documentos personales empaquetados y los especialmente relevantes para el gobierno de la Iglesia puestos a buen recaudo, listos para el proximo Papa.

Los encargados de acompanar a Benedicto XVI en sus últimos momentos dentro del Vaticano han sido Tarcisio Bertone, como secretario del Estado Ciudad del Vaticano y Angelo Sodano, decano, en representacion de todos los cardenales. Lo han llevado hasta el helipuerto en donde el Papa ha tomado el helicóptero que, en solo unos minutos, le ha permitido arribar a Castel Gandolfo. El Papa habrá visto desde el nítido cielo romano cómo cientos de personas agitaban banderas y pancartas para despedirse de él.

Aún como jefe de la Iglesia catolica llegó a Castel Gandolfo. Durante los siete veranos que Benedicto XVI ha pasado en este pequeño pueblo como Papa sus ciudadanos se han volcado con él. Tanto es así, que todos los 15 de agosto el dueño del bar que está en la plaza principal le regalaba helados al Papa y a sus más cercanos. También ayer el pueblo se volcó con el Papa, aún Sumo Pontífice. La pequeña plaza estaba llena y contuvo la respiración cuando comprobó que el Papa se metía en la villa pontificia sin girarse. Pero poco después se abría un balcón desde el que Benedicto XVI dirigía las que han sido sus últimas palabras como representante de Cristo en la tierra.

Nada se sabe de cómo pasó Benedicto XVI ese minuto en el que las campanas de Roma repicaban sin cesar y la Iglesia ha vivido un momento que, no por previsto, era esperado: el de tener un Papa emérito. Posiblemente lo habrá pasado en intensa oración ante un sagrario, la misma oración que el Papa, dedicado en este último peregrinar de su vida a la plegaria, compondrá buena parte de sus días de entrega a la Iglesia.

@blancaruizanton

 

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