Decálogo contra la píldora RU486

El hasta ahora secretario del Pontificio Consejo "Justicia y Paz" y actual arzobispo de Trieste, monseñor Giampaolo Crepaldi, ha escrito un decálogo contra la píldora Ru486, dando una serie de razones contra el aborto químico.

En la página web del "Observatorio internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina social de la Iglesia", del que es presidente, afirma que el tema de la vida ocupa el centro de la doctrina social de la Iglesia porque concierne a la dignidad de la persona y porque todas las otras cuestiones dependen de cómo se afronta el tema del respeto de la vida humana.

Monseñor Crepaldi no duda en resaltar que la píldora RU486 es expresión de una cultura disgregativa, que destruye la pasión por la vida y afecta en sus orígenes al significado del estar juntos.

Partiendo de la consideración de que ''un aborto es siempre y solo un aborto'' y de que "la modalidad -química o quirúrgica-, no cambia su naturaleza de delito abominable'', el decálogo recuerda que "el aborto químico no es menos peligroso para la salud de la mujer; parece una medicina, pero es un veneno, porque no tiene ninguna acción terapéutica, no cura ninguna enfermedad, no desarrolla ninguna acción benéfica; solo tiene un objetivo: eliminar a través de su muerte un embrión humano".

La "píldora" banaliza el aborto, explica más adelante, porque lleva a pensar que es una cosa fácil y que entra en el ámbito de las terapias médicas. Por otra parte, recuerda que obliga a la mujer a la soledad, ya que debe afrontar los efectos dolorosos y graves personalmente.

Monseñor Crepaldi hace hincapié en la acción anti-educativa y en la irresponsabilidad de banalizar las acciones, como si se tratara de un "progreso" y una "conquista de la civilización" el hecho de resolver el problema de un embarazo no deseado "tomando una pastilla".

El decálogo concluye señalando que los médicos no están obligados a prescribir la píldora, ya que no es un fármaco. A menudo se asocia el derecho a la objeción de conciencia del medico y del agente sanitario exclusivamente a una intervención directa. "Cada médico debe ser libre de disociarse y de rechazar la prescripción, ya que de lo contrario, concluye monseñor Crepaldi, cooperaría conscientemente a un acto injusto e ilícito".

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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