La Ciudad del Vaticano, en la vanguardia de la defensa ambiental

En diferentes ocasiones desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI ha hecho referencia a la necesidad de luchar contra el difundido degrado ambiental, y a una toma de conciencia ecológica por parte de la humanidad, que se manifieste en programas e iniciativas concretas.

Los ingenieros del Estado de la Ciudad del Vaticano se han hecho eco enseguida del llamamiento el Papa y se han puesto manos a la obra. A partir del mes de septiembre comenzarán a instalarse paneles de energía solar en el Aula Pablo VI, donde se celebran las audiencias generales de los miércoles. La elección de la sala Nervi no ha sido casual, ya que la forma de su cubierta es perfecta para colocar los paneles solares, porque está orientada de forma óptima hacia el sol, explican los expertos.

La energía que se generará con este sistema equivale al consumo anual de un centenar de familias, de modo que con la instalación se cubriría un pequeño porcentaje del consumo anual de la Ciudad del Vaticano.

Pero esto no es todo. La energía solar es el primer paso de un proceso de desarrollo de las energías renovables que está realizando en el Estado más pequeño del mundo, junto a otras iniciativas para las zonas extraterritoriales del Vaticano que tienen como protagonista la energía eólica, y la biomasa.

Se está estudiando la conversión de energía solar en energía térmica y frigorífica. Se trata del sistema conocido como “solar cooling”, es decir “enfriamiento solar”, que consiste en transformar la energía caliente del sol, en frío, un proyecto destinado al comedor de servicio en el Vaticano. La idea es pasar del calor absorbido por los colectores solares a agua refrigerada, que se usará donde resulte necesario el frío, por ejemplo, para aclimatar en verano el comedor vaticano.

El objetivo, según los técnicos que están llevando a cabo esta “revolución” ecológica, es que de una producción de energía limpia y de su gestión inteligente sea posible alimentar sobre todo los usos estacionarios, y después también los medios de transporte, volviendo sostenible, desde el punto de vista ambiental, la propia movilidad.

El desafío de la Ciudad del Vaticano es alcanzar con estas primeras instalaciones los objetivos antes que Europa, de modo que para 2020 todos los estados del continente produzcan al menos el 20 por ciento de la contribución energética gracias a las energías renovables.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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