La Academia Pontificia para la Vida presenta un estudio sobre el trauma post-aborto

La Academia Pontificia para la Vida, desde el 30 de junio del año pasado presidida por el obispo español Ignacio Carrasco de Paula, celebra estos días en el Vaticano su asamblea general.

Durante las sesiones de estos días se presentarán los primeros resultados de los estudios realizados en los meses pasados por dos grupos de académicos sobre las consecuencias del aborto -el síndrome post-aborto- y los bancos para la conservación del cordón umbilical para un uso terapéutico de células estaminales.

Por lo que respecta al segundo tema, el problema estriba en que la sangre del cordón umbilical y de la placenta -que contiene células estaminales- que podrían servir para curar enfermedades graves, se convierta en un mercado, “algo que ya es una realidad”. Pero, además, subraya monseñor Carrasco, “existe una contraposición entre el uso público y el uso privado: entre quien quiere conservar esta posibilidad terapéutica solo para sí mismo y quien, en cambio, la quiere poner a disposición de los demás”. Tratándose de una cuestión de naturaleza puramente ética, “es necesario decir algo al respecto”.

En cuanto al tema del trauma post-aborto, según la Organización Mundial de la Salud se habla de 42 millones de abortos en todo el mundo cada año. “Queremos prestar atención -afirma el presidente de la Academia para la Vida- a las consecuencias de este drama, que tiene ”costes” muy importantes tanto a nivel personal como para la sociedad”. En el plano personal, nos preguntamos, explica, “cuál es el riesgo para la mujer que, por diversas razones -y a veces incluso por la fuerte presión social que existe, por una tendencia a favor del aborto presente en algunas regiones- recurre al aborto. Muchas veces la mujer se ve obligada, muchas veces es una víctima ...”.

Al ser un trauma que afecta no solo a la mujer, sino también al hombre, “todo esto tiene consecuencias en el plano colectivo, y en primer lugar para la familia: la unidad familiar es convulsionada como consecuencia de esto”.

El obispo Carrasco de Paula señala en una entrevista reciente que en el momento que asumió el cargo de presidente de esta institución, se planteó el significado de la palabra vida, que caracteriza a la Academia. “La entiendo -afirma- no como una idea, y mucho menos como una cosa o un objeto: ¡no estamos al servicio de una ideología! La entiendo como una Academia que realiza un servicio para las personas que viven y, fundamentalmente para el origen de la vida, que es Cristo nuestro Señor”.

Con el Motu Proprio “Vitae Mysterium” del 11 de febrero de 1994, el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II instituyó la Pontificia Academia para la Vida. Sus objetivos son: estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y de derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa que éstos tienen con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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