El cardenal Rouco recuerda el papel del obispo: “que el mal no penetre en su Iglesia ni en el corazón de sus hijos”

En la homilía pronunciada en la ordenación episcopal del español monseñor José Luis del Palacio como obispo de El Callao, en Perú, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, recalcó, en varias ocasiones, la importancia de que el obispo evite que el pecado entre en la Iglesia.

El Cardenal afirmó que "está llamado a combatir con todas sus fuerzas para que el mal no penetre en su Iglesia ni en el corazón de sus hijos, y toda ella se conserve fiel al Señor hasta el fin de los tiempos, cuando venga a culminar su obra".

Asimismo, recordó al recién elegido por Benedicto XVI para ocupar la diócesis peruana la importancia del ejemplo: "debe vivir la santidad propia de la unción del Espíritu, y estar siempre atento a todo lo que pueda ponerla en peligro en sí mismo y en su pueblo. (...) Difícilmente hará esto quien no se empeñe con todas sus fuerzas en alcanzar la santidad siguiendo fielmente a Cristo". Y también le encomendó la tarea de no sólo velar por su ejemplo, sino por el ejemplo que den sus files: "el obispo debe dedicar todas sus energías a que la Iglesia que le es encomendada, santa por su unión a Cristo, ofrezca al mundo entero el testimonio de la santidad".

El cardenal Rouco reconocía que "el peligro de la Iglesia, y de cada bautizado, es volver a las obras de las tinieblas y del pecado" y hacía alusión a las palabras del Papa Benedicto XVI al afirmar que existe "la tendencia de una Iglesia que se acomoda a este mundo, llega a ser autosuficiente y se adapta a sus criterios".

 

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