Tienen que aprobar una oposición del Ministerio de Defensa

Un seminarista castrense de 20 años: “El páter levanta el ánimo a los militares en situaciones conflictivas”

Álvaro González es uno de los 15 alumnos que se prepara para ser capellán de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado

Álvaro González con el padre Ángel.
Álvaro González con el padre Ángel.

Álvaro González es uno de los 15 alumnos que estudian en el Seminario del Arzobispado Castrense de Madrid. Considera que la sociedad tiene poca información sobre este Servicio de Asistencia Religiosa en las Fuerzas Armadas Españolas (SARFAS) que proporciona los capellanes castrenses, asistencia a la que tiene derecho todo militar creyente. “Hace falta dar más información”, sostiene.

Álvaro González, que cumple 21 años en junio, entró en el Seminario el pasado 11 de septiembre. Le acompañó su madre. “Como dice el Papa Francisco, Dios siempre primerea. Desde hace años sentía que el Señor me podía llamar, pero como se vive bien sin compromisos, pues lo dejé pasar. Hasta que mantuve una conversación con el capellán Juanjo Rascón, de la Academia de Suboficiales de la Guardia Civil de Baeza. Me animó mucho”.

Realizó el introductorio en el Seminario Conciliar de Madrid, donde conoció “gente muy buena y súper válida”. Tras este curso, se trasladó a Cartagena para despachar con el delegado de vocaciones, el reverendo Francisco Muñoz, teniente coronel y capellán del SARFAS. “Me dijo: me harían falta 200 años de cura en cualquier diócesis para disfrutar todo lo que he disfrutado en el Arzobispado Castrense. Esta frase me impactó”, afirma Álvaro a Religión Confidencial.

Desde siempre le había atraído la profesión de militar. Tiene un primo que se hizo legionario y se fue al Líbano. Para él, el Seminario Castrense es muy familiar, con apenas 15 seminaristas de primero a quinto curso, incluido tres diáconos que se ordenaron el pasado 18 de febrero. “La convivencia con 14 jóvenes que no tienen nada que ver contigo es muy enriquecedora”, subraya.  

Su vida en el Seminario

Álvaro relata cómo es la vida en el seminario. Se levantan a las 6.30 de la mañana, a las 7 laudes y a las 7.30 misa. Posteriormente el desayuno y de 9 a 14 horas, clases en la  la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid. Antes de comer, hora intermedia de oración  y tras el almuerzo, un rato de siesta para quien quiera. Por la tarde tiempo para estudiar con la obligación de una hora de deporte diaria. A las 8.30 oración personal, 9.15 vísperas y después cena. El domingo es su día libre para pasar con amigos y familia, y tienen un fin de semana al trimestre también para su organización. Los domingos también dedica tiempo a atender a enfermos en el Hospital Militar Gómez Ulla.

Echa de menos no poder quedar con los amigos tanto como quisiera. Sin embargo, el tiempo libre con amigos y familia lo disfruta mucho más que antes y además, ve a su gente “con un enfoque nuevo. Rezo mucho más por ellos. El domingo, que es el día libre, lo aprovecho de verdad con mi familia”, relata a este Confidencial.

El rector, como un padre  

Aunque ha renunciado a tener una familia, para él, el rector, D. Serafín Martínez, es como un padre. “Nos alienta siempre con las palabras del Papa de que nos dejemos sorprender por el Señor. Soy aficionado a la hípica y hace dos semanas el rector me llevó por sorpresa a un picadero. Una amiga militar había abierto uno y quería que lo bendijera y me llevó con él porque sabe de mi afición por los caballos”.

Además de estos pequeños detalles que alegran mucho la convivencia, le fascina que insistan mucho en el deporte, “me están ayudando a mantenerme en forma, ¡qué leches!, exclama.

Sobre la petición de Podemos

Respecto a la polémica suscitada por el ex jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) Julio Rodríguez, miembro del consejo ciudadano de Podemos, quien ha pedido que se eliminen los capellanes castrenses, a pesar de que la asistencia religiosa de las Fuerzas Armadas de España está garantizada y es un derecho del militar creyente, Álvaro responde: “Todos tenemos libertad para opinar. Sin embargo, como ha dicho nuestro rector, si el Estado nos suprimieran las nóminas, demostraríamos que el páter está en el Ejército para servir, no por el sueldo”.

Insiste, además, en algo que la sociedad desconoce y es en la cantidad de obras sociales que sostienen los capellanes gracias a su sueldo.

 

En estos meses que lleva en el Seminario, ha visto militares con muchos valores y virtudes, que tienen derecho a tener un capellán que les escuche en momentos de tensión y en situaciones conflictivas. “Hace una semana tuvimos la visita de una capitán destinado en misión en Afganistán. Nos dijo que al páter se le pide que les  levante el ánimo, y su aliento es de una ayuda enorme. También la administración de  los sacramentos es vital para los católicos, un derecho constitucional”, señala.  

El Ejército también cuenta con psicólogos pero para Álvaro, hay una diferencia entre el páter y el profesional de la psicología: “Para un creyente, descargar los miedos y las tensiones con un capellán que también es militar, exponer lo que echa de menos y mantener una conversación con un enfoque espiritual, está en una dimensión diferente a la charla con el psicólogo. El militar tiene derecho a esta asistencia espiritual. Todos los ejércitos occidentales cuentan con este servicio espiritual". 

Con rango de capitán

Cuando termine los años en el Seminario y tras ordenarse, estos sacerdotes deben aprobar una oposición del ministerio de Defensa que les otorga rango similar al de un capitán. Por lo tanto, tiene las mismas obligaciones y derechos “menos coger un arma. La Iglesia aprueba el derecho de todo ser humano a la defensa propia, pero llegado el caso, no sé si mataría”, subraya.   

El Arzobispado Castrense instauró hace 26 años un Seminario propio. En la actualidad, hay quince seminaristas que, de diversas procedencias, están preparándose para esta misión específica sacerdotal, de ejercer su ministerio de paz entre las armas. Consiste en un largo proceso de discernimiento a través de una intensa vida espiritual, de la correspondiente maduración humana en todos sus aspectos, del estudio serio de las ciencias eclesiásticas, del aprecio de la vida comunitaria, y de un conocimiento pastoral de la realidad militar y policial en el contexto español e internacional.

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