Un empresario camino de los altares. Enrique Shaw supo evangelizar en los negocios. Cerrada la fase diocesana de su causa
Enrique Shaw no tenía alma de empresario a pesar de proceder de una familia argentina afincada en el mundo de los negocios. Descubrió la Doctrina Social de la Iglesia y quería ser obrero. Pero se dio cuenta de que también se podía hacer mucho en el entorno en el que le había tocado vivir. Su causa de canonización va a llegar a Roma.
Huérfano desde la infancia, educado por los hermanos de La Salle, la primera decisión de Shaw fue ingresar en la marina. Pero mientras ejercía sus labores como militar, el contacto permanente con la cultura lo llevó hasta la Doctrina Social de la Iglesia. Ese encuentro y su matrimonio lo llevaron a plantearse un cambio de rumbo.
Decidió volver a la vida civil y comprometerse como laico. Primero pensó que tenía que ser obrero, pero un sacerdote le hizo ver que sus enormes capacidades –había sido siempre un estudiante ejemplar- y las empresas de su familia, le debían animar a continuar por ese camino.
"Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, den al obrero el sentido de pertenencia a una empresa; que le ayude a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y de la vida, porque ser patrón no es un privilegio, sino una función", decía Shaw.
Tras la II Guerra Mundial, colaboró con otros empresarios en las ayudas a Europa, y esa circunstancia le dio pie para crear la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas. También participó en la fundación de la Universidad Católica de Argentina. Murió joven, a los 41 años. Su proceso de canonización se inicio en 1997 y ahora el arzobispo de Buenos Aires ha dado su visto bueno para que la documentación sea enviada a Roma.
