Caso Cuatrecasas-Martínez. El profesor de Gaztelueta inicia en Internet un blog abierto: “Mi verdadera historia”

Lo publica ante la decisión de juzgarle en un proceso canónico: “Fui condenado en un juicio mediático sin pruebas”

Infocatólica.
Caso Cuatrecasas-Martínez. El profesor de Gaztelueta inicia en Internet un blog abierto: “Mi verdadera historia”.
  1. “Demostrar mi inocencia”
  2. “He sufrido un cáncer”
  3. Un despacho a la vista de todos
  4. La abogada y el psiquiatra
  5. El proceso canónico

“Me llamo José María Martínez. Tengo 47 años. Muchas personas sólo me conocen porque soy el profesor condenado en el “caso Gaztelueta”.

Con esta lacónica presentación arranca “Mi verdadera historia”, el Blog que José María Martínez acaba de lanzar en abierto en Internet. Un cuaderno de bitácora en defensa de la verdad y de la justicia.

La decisión de la Iglesia de abrir un nuevo proceso canónico sobre el caso “Cuatrecasas-Martínez” ha hecho que se inaugure una nueva etapa en la defensa no solo procesal de este profesor, que se considera inocente, pero que fue condenado por sentencia firme del Tribunal Supremo.

“Demostrar mi inocencia”

“Desde el primer momento –escribe- fui condenado en el juicio mediático sin pruebas: siempre se ha tratado de la palabra de Juan Cuatrecasas contra la mía. Por desgracia, en estos casos se invierte la carga de la prueba y eres tú quien tienes que demostrar tu inocencia”.

Una defensa ahora también en los medios de comunicación y en Internet basada en el relato de su historia. “Desde 2008 – escribe en los primeros momentos de su Blog- he repetido que soy inocente, pero ahora voy a contar lo que he vivido desde entonces. Es mi forma de defenderme. Quizás el texto sea un poco largo, pero no quiero omitir ningún aspecto relevante. Quiero mostrar que quienes me han atacado no son dignos de confianza y que, en cambio, quienes me han apoyado han sido desacreditados sólo por el hecho de apoyarme”.

“He sufrido un cáncer”

José María Martínez arranca la memoria de los hechos con una confesión sobre su estado de salud. “Muchas personas me preguntan cómo he hecho para no caer enfermo y para no rendirme. Les he dicho la verdad: que he estado enfermo, porque he sufrido un cáncer, algunos piensan que provocado por la somatización de la injusticia que estoy sufriendo desde hace tanto tiempo. Creo que si no he caído en una depresión irreversible ha sido gracias a las personas que me quieren, a su cercanía y su afecto. Me duele especialmente el sufrimiento causado a mi familia”, señala.

José María Martínez hace una minuciosa memoria de lo que ha vivido desde que fuera tutor de Juan Cuatrecasas entre 2008 y 2010. “Ese último año dejó Gaztelueta. Recuerdo –señala el profesor- que, cuando empecé a darle clase, faltó el primer día. Sus ausencias se repitieron en muchas ocasiones durante ese primer trimestre, hasta que el 1 de diciembre le operaron de apendicitis. Al enterarme de que estaba en el Hospital de Cruces ingresado, organicé una visita acompañado de dos compañeros suyos. Creo que tanto él como la familia agradecieron el gesto y ahí comenzó lo que yo creía una relación cordial. De hecho, me invitaron a comer a su casa un par de veces”.

Un despacho a la vista de todos

La descripción de José María Martínez no solo se circunscribe a los hechos de su relación con Juan Cuatrecasas, y con su familia, también rememora algunos de los acontecimientos y lugares que han sido pieza fundamental en la acusación contra su persona.

Ocurre así con lo referido al despacho en el que ocurrieron los hechos denunciados. “Mis conversaciones con Juan y con los demás alumnos tenían lugar en un despacho situado entre varias aulas. Era un sitio muy transitado, donde se guardaban balones, el botiquín y objetos típicos para dar clase. Cerrábamos la puerta porque el ruido podía ser molesto, pero nunca con llave o pestillo. Me ha parecido increíble comprobar cómo ese despacho se convirtió en una especie de sala de torturas para los que, sin conocerlo, declararon en el juicio de Bilbao. En cambio, quienes habían estado allí, incluido el inspector del Gobierno Vasco, tenían muy claro y así lo declararon en la Audiencia, que ahí no podían haber tenido lugar los actos lamentables de los que se me acusó, porque era un lugar totalmente expuesto”, apunta el profesor.

 

El alumno dejó Gaztelueta en el año 2010. Posteriormente, en julio de 2011 los padres de Juan acudieron a Gaztelueta para denunciar el acoso informático y otro previo, personal, durante los cursos 2008-2010. Unos hechos en los que intervino la Fiscalía y que terminaron en el juzgado. Episodio que concluyó “con una reparación de los perpetradores: una redacción sobre el acoso. Sobre mí no dijeron nada. Los padres no aceptaron un encuentro de conciliación con los acusados ni una carta de disculpas de estos. Esa fue la primera acusación. Desde entonces las imputaciones que me han hecho han sido cada vez más graves”.

La abogada y el psiquiatra

En el repaso de su vida y de los acontecimientos que han llevado hasta este momento, José María Martínez hace una interesante referencia a dos personas que, según él, han influido decisivamente en el proceso.

Se trata de la abogada de la familia, Leticia de la Hoz, y el psiquiatra Iñaki Viar.  

Leticia de la Hoz, según ella misma afirmó en una entrevista en La Nueva España el 6 de octubre de 2015, “fue la que tuvo la idea de instrumentalizar al Papa para sus intereses en el caso: “Nos pareció que una carta al Papa podía ser un buen medio de denuncia”, se lee en el Blog.

Iñaki Viar, escribe el profesor, “condenado en 1970 a veinte años de cárcel por pertenecer a ETA y colaborar en la colocación de una bomba sin víctimas, fue clave en el juicio de la Audiencia de Bilbao. Había tratado a Juan como médico y amigo de la familia y, a lo largo de varias sesiones, había podido conocer todo lo ocurrido. Ahí estaba yo, oyendo cómo una especie de gurú había logrado sacar “la verdad”. Pero, en realidad, nadie nunca ha aportado pruebas, sencillamente porque no las hay”.

Antes de entrar en los detalles de las investigaciones eclesiásticas, José María Martínez hace memoria de lo que vivió tanto en el juicio de la Audiencia provincial como lo que supuso la reducción significativa de la condena por parte del Tribunal Supremo a la que apeló.

El proceso canónico

Pero la parte más novedosa de la narración recae en el proceso canónico.

Comienza con el relato de la investigación encargada por la Congregación para la Doctrina de la fe al sacerdote, exjuez y policía, Silverio Nieto.

“En enero de 2015, - recuerda José María Martínez- desde el Vaticano enviaron al sacerdote Silverio Nieto para que investigase la denuncia. En todo momento colaboré en lo que me solicitaron porque confiaba –como así fue– en que podría aclarar la falsedad de la denuncia. Nieto fue presentado por Religión Digital –la web que ha actuado como portavoz de la familia–, como el gran azote contra la pederastia eclesiástica en España. Era una persona implacable y de notable experiencia en estas situaciones. Ese diario digital escribió el 14 de octubre de 2015: “Silverio Nieto les sometió a un exhaustivo interrogatorio sobre el caso. Tanto al padre como al chaval. Un interrogatorio de dos horas y media. A fondo y sin piedad. Silverio preguntaba y Rafael Felipe [el notario] tomaba notas en su ordenador”. Al principio, la familia se quejó del excesivo rigor de las conversaciones con Nieto, según escribió Religión Digital. Luego, tras conocer su veredicto, afirmaron que el proceso había sido informal y muy poco consistente. Silverio Nieto cometió un “grave error”: concluyó que yo era inocente. A partir de ese momento se convirtió en un encubridor, un irresponsable y un corrupto”.

En los medios antes que a los abogados 

El pasado mes de septiembre, a través de un responsable del Opus Dei, recibió la noticia de que la Santa Sede había ordenado un proceso canónico para “depurar responsabilidades y ayudar a sanar heridas producidas”. Comenta el profesor, “antes de que me llegara ninguna notificación oficial ni a mí ni a mis abogados, se publicó en los medios”.

Según José María Martínez, “el nuevo proceso me quieren aplicar una normativa eclesiástica aprobada con posterioridad a los supuestos hechos. Mis abogados han indicado al obispo de Teruel que el principio de retroactividad de la ley va en contra de los derechos humanos. También han señalado otras irregularidades jurídicas: por ejemplo, que la Iglesia aplique la legislación eclesiástica a un laico, que el Papa -que nombra al tribunal- reciba a una de las partes y no a la otra, o que yo me entere de sus decisiones por los medios. De hecho, hace una semana Religión Digital publicó que el Papa no me recibiría, a pesar de una petición que le envié por carta hace unos meses: yo hasta entonces no lo sabía. Satué ha indicado a mis abogados que el Papa es juez y legislador universal y que puede tomar las decisiones que quiera. Me parece que el Papa está muy mal asesorado y, hasta donde sé, tras hablar mis abogados con bastantes expertos, hay motivos para llevar este asunto antes los tribunales civiles y penales españoles e internacionales”.

“Un abuso de poder”

El profesor concluye con una serie de reflexiones personales, con las que insiste en que “estoy ante un proceso jurídico y mediático que no parece acabar nunca. El último capítulo -la reapertura del proceso eclesiástico- supone un claro abuso de poder. Estoy profundamente decepcionado por las arbitrariedades e injusticias que he sufrido”.

Ha tenido que rehacer su vida profesional. “Pasé un par de años buscando trabajo y he acabado en un sector que no es el mío porque me temo que no tendré muchas oportunidades de elegir. Procuro mantenerme al margen de los medios. Mi familia, mis amigos y mis abogados me tienen al tanto de lo imprescindible. A mi familia procuro  protegerla de todo, porque no se merecen que les salpique nada de lo que me ha tocado a mí, aunque no resulta fácil conseguirlo”, concluye José María Martínez.

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